Fernando Botero en Las Grandes Biografías de Zafarrancho Vilima

Zafarrancho Vilima

El pequeño Fernando nació en Medellín el 19 de abril de 1932. Su madre era costurera y tuvo 3 niños, como el 29 de febrero, 1 cada cada 4 años. Su padre era ditero, pero a caballo, porque allí eran tó casitas bajas. Su padre se murió de un infarto cuando nació er chico, no se sabe si de emoción o del susto porque no se lo esperaba. A partir de entonces su madre dio más puntá que el cirujano de Belén Esteban. Fernando se sacó el graduado, pero quiso su tío en 1944, con 12 años, meterlo en una escuela de tauromaquia en vez de en el instituto. Cuando Fernando vio el primer día ese bicho tan grande, le dio susto de tener que darle un agüita a los calzoncillos antes de meterlos en la lavadora y le dijo al tío que toreara Manolete. Pa no desaprovechar la experiencia, Botero hizo su primera obra, acuarela de un torero. La familia se dio cuenta del talento del niño, como los tailandeses con los elefantes, y dejaron que siguiera su vocación. Lo que hacía al principio era vender sus acuarelas por 2 pesos colombianos. Sí, hay gente que tiene un Botero en su casa por menos de 35€ actuales, con su subida del IPC y tó esas cositas, que la he calculao yo con mi calculadora sentífica. En 1948, con 16 años y las hormonas como un puchero antes de espumarlo, hizo su primera publicación artística con ilustraciones de desnudos para el suplemento dominical de un periódico local de tendencia fachoide. Las ilustraciones era una mezclita entre el arte abstracto, Picasso y una teta por ahí perdida, que eso ni parecía un desnudo ni se iba a quedá pegá con la página de al lado, pero se ve que en aquella época los colombianos tenían la mente más sucia que los servicios portátiles de una obra. Fernando se financiaba con estas ilustraciones sus estudios en el Colegio Bolivariano, una institución religiosa que va desde preescolar hasta el doctorado universitario, pero luego redactó un artículo sobre Picasso y ya eso fue para el colegio como tocá a un niño chiAHNO. Bueno que fue mu grave y lo expulsaron, pero lo contrataron en el periódico, así que se fue a otra universidad y fitetú qué disgusto. Cuando terminó de estudiar, con el dinero del periódico y de los concursos que ganaba, se dedicaba a visitar los talleres de pintores y escultores de todo el mundo pa cotilleá. Aunque por el volumen de sus obras se ve que Asia no lo pisó. En los años 60 se instaló en Nueva York, que por lo que se ve antes Nueva York era como Sevilla Este. Ahí empezó a coger fama entre el mercado artístico estadounidenese con obras como “La Mona Lisa a los 12 años” que es como “La Mona Lisa” pero jartá de montaditos de pringá. También pintaba situaciones normales del día a día, con sus paisajes, sus animales, que los caballos y los toros de sus cuadros llevaban encima más esteroides que un culturista de barrio chungo. Había nacido el “Boterismo”, cuidado al escribirlo que la t está al lado de la y. En la década de los 80, Fernando Botero se había convertido en uno de los artistas vivos más cotizados del mundo. Su obra era rápidamente identificable y siempre aprovechaba para enviar un guiño a su tierra, por ejemplo, en la obra de la Mona Lisa hay un volcán activo al fondo, en otro una bandera colombiana a modo de guirnalda y en otro unas rayitas blancas, que sería por Adidas o algo. Ya en esta época tenía tó la cara de Arévalo, las gafitas negras de Don Francisco de Quevedo siempre un poquito torcías y la perilla pa taparse la papada. Botero se casó 3 veces y tuvo 4 hijos, aunque uno de ellos está al lado de Mufasa después de un accidente de tráfico. Su obra perdurará siempre, una obra que representa situaciones realistas, encajada en el figurativismo y fuertemente influenciada por la obra de Diego Rivera, el marido de Frida Kahlo. Sus cuadros y sus esculturas con formas muy voluminosas son claramente reconocida por cualquiera que entienda o no entienda de arte, excepto su autorretrato, que se pintó quitándose la papadita. Desgraciadamente, Botero falleció el 15 de septiembre de 2023 en su casa en Montecarlo aunque ustedes siempre podrán recordarlo cada vez que vean a un adolescente con las hormonas como un puchero antes de espumarlo o alguien se deje la perilla para taparse la papadadilla