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Magnanimidad El evangelio de hoy sube un peldaño. Jesús siempre nos eleva a otro nivel. Es un recuerdo de la llamada universal a la santidad. Significa que estamos llamados a ser perfectos, de manera que cuando nos muramos vayamos derechos al cielo. Es el mensaje central del Concilio Vaticano Segundo. No sólo deberíamos ser buenos cristianos, sino santos. No significa rezar cientos de rosarios, ni estar todo el día en la iglesia, sino tener un corazón nuevo, el corazón de Cristo, dejar que Jesús se luzca a través de nosotros. ¿Podemos ser santos? Imposible. Sólo Dios nos puede hacer santos, porque solo Él puede hacer cosas imposibles. ¿Cómo? Dejándonos hacer, con un deseo de ser santos por encima de todo otro deseo, y así poniendo los medios para recibir su gracia a través de la Comunión y la Confesión, la oración frecuente, siguiendo su voluntad y amando a todo el mundo. Así llegamos al primer mensaje del evangelio: amar a nuestros enemigos. ¿Cómo podemos hacer esto, si nos es difícil querer a la gente con la que vivimos? En primer lugar, no deberíamos tener enemigos. Deberíamos querer a todo el mundo. Sin embargo, no somos un billete de cien Euros que a todo el mundo gusta. Si la gente no nos gusta no es nuestra falta. Jesús no nos pide que nos guste todo el mundo, sino que los amemos. En la primera lectura vemos a David defender la vida del rey Saul, que le buscaba para matarlo. Dos veces tuvo David su vida en sus manos y lo dejó vivir. Eso le gustó mucho a Dios. Hoy Jesús nos pide que seamos magnánimos, con un alma grande, que eso es lo que significa magna anima, un corazón abierto a todo el mundo. El evangelio nos anima a hacer bien a los que nos odian, bendecir a los que nos maldicen, rezar por los que nos calumnian, ser misericordiosos como nuestro Padre Dios es misericordioso. Significa tener el corazón de Cristo. Me recuerda a Alejandro Magno. Dicen que un día un pordiosero le pidió una limosna. Ordenó que le hicieran señor de cinco ciudades. Le contestó confundido que no había pedido tanto. Alejandro respondió solemne: tu pides como quién eres, yo doy como quien soy. La tentación es guardar nuestros corazones en un cajón cerrado con llave, para que no sufra. Todos hemos sido heridos, cuando hemos abierto nuestro corazón a otra persona. Como dice el proverbio castellano, quien bien te quiere te hace llorar. No podemos dejar que nuestro corazón de carne se convierta en piedra. Cuando lo acercamos a Jesús, no puede romperse, y está en el lugar apropiado. Los santos tienen un corazón tierno, grande, generoso, expuesto a todo el mundo, y está defendido de los ataques del maligno, porque está lleno de Dios. La segunda cosa que Jesús nos pide hoy es ofrecer la otra mejilla. Un hombre le robó a un padre del desierto todo lo poco que poseía. Cuando se iba, el ermitaño corrió hacia él y le ofreció un cesto que se había olvidado. Cuando el ladrón vio su cara de felicidad, se lo dio todo de vuelta, pidiéndole que compartiera su felicidad y desasimiento. Deberíamos estar dispuestos a dar a Dios lo que nos pida, todo si hace falta. Al fin y al cabo, todo lo que tenemos viene de Él. josephpich@gmail.com…
Las Bienaventuranzas Las lecturas de la Misa de hoy se concentran en la confianza en Dios. La primera lectura del profeta Jeremías compara al hombre que solo se fía en sí mismo, con el que se fía en Dios. El primero es como un arbusto del desierto, seco y escuálido; el segundo es un árbol frondoso plantado a la orilla de un rio, que tiene agua todo el año y produce frutos maravillosos. El Salmo Responsorial alaba al hombre que abandona su vida en las manos del Señor: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.” La segunda lectura de la carta de San Pablo a los Corintios, contiene su famoso dicho acerca de la importancia de la Resurrección: “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe.” Jesús está vivo y camina con nosotros, especialmente en tiempos de crisis y tormentas, cuando parece que duerme o está ausente. Vivimos en una sociedad sin esperanza. Nos hemos olvidado de que somos viajeros, peregrinos, y sin esperanza no podemos mirar hacia adelante. Peter Kreeft dice “somos criaturas del tiempo, constantemente moviéndonos hacia el futuro, con los ojos mirando hacia adelante. La esperanza es como los faros de un coche; no es fácil conducir sin ellos en la oscuridad.” Sin esperanza cuesta más levantarse por la mañana. El símbolo de la esperanza es un ancla: nos agarramos a ella, y es lo último que se pierde. Los cristianos creemos en la otra vida. Es lo que nos ayuda a seguir. No nos preocupan mucho las cosas de este mundo, pues miramos hacia adelante, hacia nuestro encuentro con Dios. Gente sin esperanza sólo tienen ojos para el aquí y el ahora. Se habla ahora de transhumanismo, donde los multimillonarios gastan enormes sumas de dinero para intentar pasar el cerebro a un disco duro y así vivir para siempre. No me gustaría vivir en un disco duro, esperando que me lo borren. La vida es frustrante, pero Dios ha puesto en nuestro corazón un deseo de vivir en un lugar perfecto, donde podemos disfrutar de Él y la gente que amamos para siempre. El evangelio de hoy nos recuerda las Bienaventuranzas. Estas nos hablan de la esperanza del cielo, conectando la vida de aquí con la del más allá. Bienaventurado viene del latín “beatitudo” que significa felicidad. Estas contienen el secreto para llegar a la auténtica felicidad. Todos queremos ser felices, pero normalmente buscamos la felicidad en lugares donde no se haya. Incluso a veces destruimos nuestras vidas en esa búsqueda, como cuando utilizamos las drogas intentando conseguir un momento de éxtasis, y al mismo tiempo destruimos nuestro cerebro. Todos tenemos la experiencia de perseguir sueños que nos harán felices y acabamos desengañados. Las bienaventuranzas son paradojas, ideas que parecen que van en una dirección, pero ofrecen lo contrario. Son difíciles de entender, con una dinámica opuesta. Debemos fiarnos de Jesús para comprobar que producen los frutos que prometen. Reflejan dichos como “menos es más”, “cuanto más das, más recibes” o “la alegría tiene sus raíces en forma de cruz.” La experiencia nos muestra que funcionan, y producen la verdadera felicidad. Esta se halla detrás de la puerta angosta, subiendo hacia arriba, mientras que el camino que conduce a la perdición es ancho y en bajada. josephpich@gmail.com…
La pesca milagrosa Hoy en el evangelio tenemos una escena maravillosa llena de lecciones. Estamos en el lago de Genesaret, rodeados de barcas y redes. Así es como nos imaginamos a Jesús, cerca del agua, en la ribera del lago, entre pescadores. El panorama no ha cambiado mucho desde tiempos de Jesús. Se metió en la barca de Pedro, que representa la Iglesia. El Papa es el capitán, conduciéndonos hacia puerto seguro. Él gobierna la barca y nosotros le ayudamos. Si nos bajamos de la barca, si vamos por nuestra cuenta, lo más seguro es que no alcanzaremos el cielo. Vemos a Jesús en el Papa, el sucesor de Pedro. La Iglesia está en buenas manos, porque Jesús navega con nosotros, aunque a veces parece que está dormido. Ha navegado por dos mil años y ha sobrevivido muchas tormentas. Jesús le dijo a Pedro que apartase la barca un poco de la orilla. No muy lejos, sólo un poco, para tener unos momentos de silencio y soledad. Estamos en el mundo, pero no somos mundanos. No podemos estar muy apegados a las cosas de este mundo. La barca es nuestra vida, en la que Jesús ha entrado sin pedirnos permiso. Antes de que nos diéramos cuenta, ya estaba dentro. Nos alegra que haya elegido nuestra barca, pues no podemos navegar solos; si lo hacemos, nos perderemos. Deberíamos hacerle la estancia confortable, para asegurarnos que se quede. Dale a Jesús el timón de tu barca, que sea él el que lo lleve, para tener un buen viaje. Cuando intentamos controlar nuestra vida nos vamos a pique. Es asombroso lo pequeña que es la pala del timón y que importante es para dirigir el barco. Una vez Jesús paró de predicar le pidió a Pedro algo extraño: Guía mar adentro. Duc in altum! Esta era una expresión que San Juan Pablo II utilizó muchas veces. Lo puedes buscar el Google. Era su contraseña, su moto, su grito de guerra. Quería que saliéramos de nosotros mismos, que nos lanzáramos a la aventura, sumergirnos en Dios y no tener miedo al mar abierto. Es un mandato de Cristo para todos nosotros: Echad vuestras redes para la pesca. Para sacar las almas de las aguas contaminadas de este mundo, y llevarlas al aire limpio y puro de la gracia de Dios. Pedro respondió: Hemos estado bregando durante toda la noche y no hemos pescado nada. Todos tenemos muchas excusas: lo he intentado antes, he fracasado muchas veces, es de locos, has perdido la cabeza. Las profundidades son oscuras, peligrosas, desconocidas. Pero sobre tu palabra echaré las redes. Confío en ti, te creo. ¿Qué es lo que pensó Pedro? No te creo, pero para demostrar que estás equivocado, echaré las redes. No tenemos que estar convencidos al cien por ciento. Dios puede trabajar con la fe débil que tenemos. Recogieron gran cantidad de peces. Es la magnificencia de Dios, su abundancia y generosidad. Dios siempre se pasa. Las redes se rompían y tuvieron que pedir a otra barca para que les ayudaran. Ambas se llenaron de tantos peces que casi se hundían. Debieron pescar todos los peces del lago. ¿Te imaginas sentado en la barca, sin poder moverte por la cantidad de peces que saltan por doquier? Pedro aprendió la lección. Jesús le dio con el martillo en el clavo. josephpich@gmail.com…
Presentación de Jesús Hoy entra Jesús por primera vez en su templo, para cumplir las obligaciones prescritas por la ley judía. Viene en los brazos de su madre porque todavía no ha aprendido a andar. José trae un par de palomas. Siendo una familia pobre, no podían comprar un cordero. Un poeta dice que, al no haber pobreza en el cielo, Dios vino a la tierra a encontrarla. Esperado por siglos y siglos, cuando llegó el Mesías, no hubo fiesta de bienvenida. Sólo dos personas le reconocieron. Dios pasa normalmente desapercibido. Le gusta esconderse y pasar inadvertido. Somos nosotros los que tenemos que buscarlo. Nos quejamos de que no se deja ver. Pero no le gusta imponerse. Prefiere respetar nuestra libertad. Tenemos suficientes signos de su presencia. ¿Cómo Simeón descubrió a Jesús? ¿Qué es lo que vio? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que, a pesar de ser un hombre viejo, tenía un corazón grande. Le había sido revelado que antes de morir vería al Mesías. Iba cada día al templo para descubrir al ungido de Dios. Ese día vislumbró a Jesús recién nacido, entre una multitud de bebés traídos por sus padres para ser rescatados. Quizá fue la hermosura de María lo que le abrió los ojos. La gente mayor a veces se vuelven cascarrabias, quejándose de que el pasado fue mejor, y hacen la vida imposible a los que viven con ellos. Simeón era lo contrario: un hombre dulce, con buen humor, optimista, lleno de vida, con la esperanza de ver a Dios. Esa debería ser nuestra actitud. Cada día que pasa estamos más cerca de él. El Señor viene a buscarnos y debemos esperarle, de pie, caminando hacia él. Deberíamos repetir cada noche antes de dormir, las palabras del viejo Simeón después de ver a Jesús: Ahora puedes despedir a tu siervo en paz, porque han visto mis ojos tu salvación. Tenemos envidia de Simeón: abrazó al niño Dios en sus brazos. María se lo dejo coger. Poca gente lo ha hecho. Le pedimos a nuestra Madre ese privilegio. Ella nos dice que debemos primero lavarnos las manos, peinarnos el pelo, y limpiar nuestros zapatos. Quizá necesitamos confesarnos, perdonar una ofensa, o pedir perdón a alguien que hemos herido. Simeón no trajo buenas nuevas a la joven pareja. Hasta ahora todos los anuncios de los ángeles estaban llenos de alegría y esperanza. Ahora, después de un mes de silencio, Simeón respondió algunas preguntas acerca del futuro del niño: será un signo de contradicción. Este niño va a traer sentimientos opuestos al mismo tiempo: penas y alegrías, sufrimiento y felicidad, cruz y gloria. De ahora en adelante, la gente no podrá permanecer indiferente ante su encuentro. Estaremos en contra o a favor. Seguirlo es una aventura, pero trae hacia si dos extremos: una alegría con las raíces en forma de cruz. Simeón dijo algo a María en secreto, para que sólo lo oyera ella: una espada traspasará tu alma. Ya lo había entrevisto cuando el ángel le preguntó si quería ser la Madre de Dios. Es algo que toda madre percibe al dar a luz. La vida trae dolor, el amor engendra sufrimiento. Ella comenzó a experimentar la cruz mucho antes que su hijo. Era una profecía que se iba a consumar en el Calvario. Del mismo modo que una lanza traspasó el costado de Jesús, abriéndonos su corazón, el alma de María iba a ser penetrada por una espada, para que pudiéramos percibir su amor de madre. josephpich@gmail.com…
Comienzo del evangelio de San Lucas Este año leemos el evangelio de San Lucas. Es el único evangelista que comienza su libro con un prólogo, donde describe porque lo ha escrito: para explicar con orden la vida de Jesús. San Lucas es el autor más prolífico del nuevo testamento, pues escribió el evangelio más largo y los Hechos de los Apóstoles. Era griego, de Antioquía, y acompañó San Pablo hasta que murió mártir. Algunos dicen que fue uno de los 72 discípulos que envió Jesús para predicar el evangelio. Otros dicen que fue el otro discípulo de Emaús, pues es el único evangelio que relata ese encuentro. Su símbolo es el toro, porque comienza con un sacrificio. San Lucas era un hombre culto, de profesión médico. Emplea un griego ilustrado, con un vocabulario más rico que los otros evangelistas. Es el evangelio que nos cuenta más detalles acerca de las enfermedades. San Mateo, siendo contable, nos habla más del dinero; San Juan, siendo pescador, de barcas y redes. San Pablo menciona en sus cartas a San Lucas con afecto. Fue su doctor y gracias a él San Pablo tuvo una vida más larga. San Lucas murió a los 84 años, prueba de que era un buen médico. Los relatos de la época describen a San Lucas como un hombre de buen carácter, sereno, elegante y maduro. Nos recuerda nuestra propia personalidad. A veces podemos ser muy alegres con nuestros amigos, pero cuando vamos a casa o en el trabajo, nos convertimos en un ogro. Nos excusamos diciendo que esa es nuestra manera de ser. Nos olvidamos de que siempre podemos mejorar. La gente mayor con el tiempo se pueden volver cascarrabias. Es bueno saber lo que nos enfada y aprender con la experiencia. Hay gente que se transforma cuando se ponen detrás de un volante. En la primera lectura vemos al sacerdote Ezra leyendo en voz alta el libro de la ley, a la gente que lo habían olvidado, después de muchos años de exilio en Babilonia. Lo leyó desde la mañana hasta el mediodía, y la gente lloró de emoción. No sabían leer y Ezra tuvo que recordárselo para grabarlo en sus corazones. En el evangelio vemos a Jesús leyendo del libro de Isaías, en la Sinagoga de Nazareth, donde aprendió a leer. Podría ser un buen propósito para este año, el leer la biblia o escuchar un podcast acerca de ella cada día. Al evangelio de San Lucas se le llama el evangelio de María, pues es el que la menciona con más frecuencia. Lo escribió durante los dos años que pasó en Cesárea, cuando estaba acompañando a San Pablo en su prisión. Es un buen ejemplo para nosotros, de cómo aprovechar el tiempo, cuando estamos parados. Fue a ver a la Virgen y consiguió entrevistarla. Los especialistas de Sagrada Escritura dicen que la escena de la Anunciación viene directamente de labios de la Virgen, pues, aunque San Lucas escribió en griego, el texto muestra raíces hebreas. Ella era la única que sabía lo que ocurrió. La tradición nos dice que San Lucas era pintor, y que fue el primero que retrató a nuestra Madre. Hay una pintura de la Virgen en Roma, en la basílica de Santa María la Mayor, atribuida a él. josephpich@gmail.com…
Las bodas de Cana Hoy estamos invitados a una boda. Vamos con Jesús, su madre y los apóstoles. Estamos entusiasmados de pasar unos días de fiesta, buena comida con vino. Un tiempo de alegría, descanso y celebración. Somos testigos del intercambio de promesas, del amor que se consagran marido y mujer para toda la vida. Jesús quería estar ahí para instituir el sacramento del matrimonio y bendecir a todos los casados del mundo. Sabe que nuestro corazón está desbocado y necesitamos sus gracias para poder vivir la vida matrimonial. Al cabo de unos días, María suena la alarma: el vino se acaba. Hemos bebido demasiado. Una boda sin vino es como un funeral sin el muerto o un bautizo sin bebé. Esa pareja podría ser recordada como la que se le acabó el vino en su boda. María se da cuenta e intenta buscar una solución, aunque no sea su problema. Demuestra que no piensa en sí misma y que está atenta a las necesidades de los demás. Hace lo que todos deberíamos hacer: ir a Jesús. Ella siempre va a Jesús a decirle lo que nos hace falta: el vino espiritual. Jesús tendría pensado cual sería el primer milagro para comenzar su misión con buen pie. No creo que fuera el convertir agua en vino. La multiplicación de los panes y los peces hubiera sido más adecuado. Pero la palabra de su madre tenía mucho poder para cambiar su opinión. La Virgen nos dirigió las únicas palabras que hemos conservado de ella, que son un resumen de la vida cristiana: Haced lo que él os diga. Jesús dijo a los sirvientes que llenaran seis tinajas de piedra con agua. Eran bien grandes, con una capacidad de unos 600 litros. Tuvieron que ir a la fuente cercana para acarrear el agua, cubo a cubo. Pensaron que era una pérdida de tiempo, pues ya tenían suficiente agua para la boda. Pero las llenaron hasta el borde, quizá para que se viera que era agua. Jesús les dijo que se la sirvieran al maestresala. Pensaron que este se enfadaría. El agua tenía un color rojizo, quizás debido a que las tinajas estaban sucias. El maestresala se sorprendió por el sabor del agua, un vino añejo, bien madurado, con mucho cuerpo. Con el vino de Jesús, el ambiente de la boda cambió completamente. A algunos de los apóstoles se le subió a la cabeza. Pedro se volvió más hablador. Judas pensó en vender algunas botellas. El milagro no pudo esconderse. Es un buen ejemplo de que cuando hacemos lo que nos dice Jesús todo sale mejor. Si llenamos las tinajas hasta el borde, si nos damos completamente, Jesús produce el mejor vino. Ese vino fue célebre en los años venideros, el famoso caldo de Jesús. Todavía hoy venden vino en Kef Kenna, el lugar que la tradición dice que la boda tuvo lugar. josephpich@gmail.com…
Bautismo de Jesús Con el bautismo de Jesús se acaba la Navidad. Es una pena porque nos encantan las fiestas navideñas y ahora nos toca esperar todo un año. Pero estamos al principio de un año nuevo, con toda la emoción que conlleva. Hoy Jesús comienza su vida pública, donde nos muestra su divinidad y nos transmite la buena nueva del evangelio. Y lo hace de la misma manera con que comenzamos nuestra vida cristiana: limpiando con agua nuestro pecado original. Jesús es Dios, sin pecado ni mancha, y no necesitaba ser bautizado. Sin embargo, quiso pasar por el bautismo de Juan, para purificar el agua y darle poder para limpiarnos. Juan el Bautista no quería bautizarlo. Entendemos porque él quería ser bautizado por Jesús. Estuvieron a punto de pelearse. A la primitiva Iglesia esta fiesta le produjo un poco de duda, porque el bautismo es para los pecadores. Poco a poco se dieron cuenta de que Jesús, como en su muerte en la cruz, tomó sobre sus hombros todos nuestros pecados, nuestras iniquidades, infidelidades, y las sepultó en las aguas del rio Jordán. Del mismo modo que las aguas de un rio limpian todo lo que se encuentran a su paso, ocurre lo mismo cuando nos bautizan. ¿Te acuerdas de tu bautizo? A la mayoría de nosotros nos bautizaron cuando estábamos recién nacidos, y no nos acordamos de nada. A mí me bautizaron al día siguiente de nacer, en la capilla del mismo hospital. Quizá algunos de vosotros tengáis videos del momento, y os podéis ver llorando porque al agua estaba fría y os despertaron de vuestro sueño. Es un buen momento hoy para recordar lo que ocurrió ese día. Si pudiéramos ver el cambio que ocurre en el alma del bebé, cuando el sacerdote vierte el agua sobre su cabeza, nos asombraría enormemente. Es una transformación automática, de un alma cerrada a la gracia, oscura como un agujero negro, a una efusión de luz y brillantez, blanca e inmaculada. De repente el cielo se abre, y aparece Dios resplendente como el sol en todo su esplendor, diciéndonos que somos sus hijos, mientras nos abraza con fuerza en sus brazos. Algo similar ocurrió durante el bautismo de Jesús, cuando los cielos se abrieron y una voz desde lo alto declaró: Este es mi hijo amado. Somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Hoy contemplamos una maravillosa manifestación de la Santísima Trinidad. Vemos a las tres personas divinas conjuntamente en acción. El Padre representado por la voz, el Hijo siendo bautizado y el Espíritu Santo volando como paloma. Es la primera vez que vemos en el evangelio una representación gráfica de ellos. Es lo que ocurre en el alma del bebé bautizado, cuando estamos en gracia y conservamos nuestra amistad con Dios, la Santísima Trinidad viene a habitar en nuestra alma. Bautizar significa sumergir. Hoy es un buen día para sumergirnos, bucear en la inmensidad de Dios. Podemos morir un poco a nosotros mismos, ahogándonos en el agua, y renacer de nuevo, para vivir un año lleno de esperanza y promesas. Salimos del agua como el ave fénix, transformados. Del mismo modo que el agua tocó la piel de Jesús, hoy podemos dejar que Dios lave nuestra alma, purificando nuestras imperfecciones. josephpich@gmail.com…
Epifanía Los tres Reyes Magos vieron la estrella y la siguieron. Esa es la historia de sus vidas, de su encuentro con Dios, de su lugar en la historia. Es asombroso, como siguiendo a una estrella, se encontraron con un bebé y descubrieron al Mesías. Desde un punto de vista humano es cosa de locos. ¿Por qué una estrella pasajera provocó esa reacción en los Magos? ¿Cómo se sigue a una estrella? ¿Dónde o cuando se parará? Estas son preguntas que nos afectan. También nosotros hemos descubierto una estrella, la estamos siguiendo, y esperemos que un día nos lleve a Jesús. Es de locos, pero es la aventura de nuestra vida. ¿Cómo se descubre la estrella? Buena pregunta. No es fácil. Los Magos de Oriente se dedicaban a la astronomía, al estudio los planetas y las estrellas, para encontrar razones de su existencia. El hombre siempre ha mirado hacia el espacio, para tratar de entender de dónde venimos y hacia donde vamos. Nosotros también tenemos que dedicar tiempo para discernir los signos, las chispas, las huellas que Dios ha dejado en nuestro camino para descubrir su voluntad. La hallamos a través de la oración, la contemplación, el silencio y la reflexión. No es suficiente descubrir la estrella; hay que seguirla. Mucha gente la ve, pero no la sigue. Otros comienzan a andar, pero se desaniman; paran y se vuelven atrás. No es fácil perseverar en un viaje hacia lo desconocido. No sabemos cuánto va a durar, a donde va a acabar, si es el camino verdadero, o si nos hemos equivocado de dirección. Quizá nos hayamos pasado un cruce. A veces caminamos por el desierto, por un terreno pedregoso, gargantas profundas, junglas impenetrables. Otras veces hay ladrones esperándonos, para atacarnos cuando estemos distraídos; bestias salvajes al acecho para devorarnos, ríos desbordados, precipicios sin vuelta atrás. Quizás nos encontremos con incendios, tormentas de arena, plagas de langostas o rayos destructores. De vez en cuando la estrella se oculta detrás de las nubes y pensamos que no existe o que ha desaparecido. Como dice el Papa Francisco, “Jesús se deja encontrar por los que le buscan.” Sabemos que no estamos solos, que él viaja con nosotros, aunque no le veamos. Para buscarlo debemos dejar detrás todo lo que nos retrasa. Debemos viajar ligeros, con poco peso, para poder seguir el paso de la estrella. Debemos fijar nuestros ojos en el horizonte, sin distraerse por las cosas maravillosas que encontramos a nuestro paso. El demonio intenta que perdamos velocidad, que nos quedemos anclados en el barro, que nos desviemos de la dirección correcta, o que nos volvamos por donde vinimos. Si perseveramos hasta el final encontraremos al Niño Dios. Pase lo que pase, la estrella está siempre allí arriba mirándonos. Llegamos al establo con las manos vacías sin nada que ofrecer. Venimos al mundo desnudos y lo dejamos sin nada a que agarrarnos. La abuela del Papa Francisco decía que la mortaja con que nos enterrarán no tiene bolsillos. ¿Qué podemos ofrecer al Niño Dios? Le podemos entregar nuestra vida. Un bebé saca lo mejor de nosotros. josephpich@gmail.com…
Sagrada Familia Había tres fiestas importantes para los judíos: la Pascua, Pentecostés y la fiesta de los tabernáculos. Muchos judíos solían ir a Jerusalén en una de esas fiestas. La Sagrada Familia solía ir por Pascua, la más importante. Nazaret se halla a unos 140 kilómetros de Jerusalén, unos cuatro o cinco días de camino. Unas cuantas familias se solían juntar para el viaje. De vuelta Jesús se quedó en la ciudad santa sin que lo supieran sus padres. Solían viajar en dos grupos, los hombres y las mujeres juntos. Los niños podían elegir con quien iban. María y José pensaron que Jesús iba con el otro grupo. Es fácil pensar que Dios está con nosotros, pero lo importante es que viajemos con Él. Cuando se dieron cuenta de que Jesús no estaba con ellos se volvieron a Jerusalén. Al cabo de tres días, después de dos días de viaje, por la mañana lo encontraron en el templo. Para los judíos el templo lo era todo; era el lugar donde Dios residía. Jesús quería estar cerca de su Padre Dios. Deberíamos buscar el mejor sitio para encontrar a Dios. ¿Cómo podemos conectar con Él? Nos hace falta una conexión rápida. Debemos desarrollar el deseo de estar con Dios, de tener esa paz y alegría que sólo Él puede darnos. Podemos imaginarnos la angustia y la ansiedad de María y José. Su misión era cuidar a Jesús y lo habían perdido. ¿Por qué lo hizo? Tenía doce años, la edad para ir a Jerusalén. Para nosotros es sólo un chico. Para esa sociedad ya era un hombre joven. Quería darles una lección y encontrar respuestas a sus preguntas. Lo encontraron hablando con los rabinos del templo. También nosotros deberíamos hacernos preguntas, para encontrar el significado de nuestras vidas, para averiguar que hacemos aquí. Su madre protestó: ¿Por qué lo has hecho? Él contestó perplejo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo estar en las cosas de mi Padre? Al contestar puso esa sonrisa que desarmaba a su madre, para suavizar sus palabras. Les dijo que el templo era su lugar y que había venido a la tierra para hacer la voluntad de su Padre. Esa debería ser nuestra actitud ante las cosas que nos separan de Dios. Deberíamos preguntarnos qué es lo que no nos deja ver a Dios y quitarlo de en medio. El evangelio dice que no lo entendieron, pero que la Virgen guardó esas cosas en su corazón. Quería ponderar lo que significaba y lo que Dios quería de ella. Hay muchas cosas que no entendemos, nos rebelamos y a veces nos enfadamos con Dios porque no hace lo que le pedimos. La actitud de María es más útil. Dios tiene sus razones y tiene su plan para nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es contemplar cómo Dios actúa en nuestras vidas. josephpich@gmail.com…
Navidad Durante el Adviento en nuestro camino hacia Jesús, hemos seguido el ejemplo de San Juan Bautista, San José y de nuestra Madre. Nos han llevado hacia él. Hemos llegado a donde queríamos ir, al establo de Belén. Ahora debemos centrarnos en Jesús; eso es lo que importa. Estos días de Navidad son días de calma y serena contemplación del Niño Dios. Todo lo que tenemos que hacer es mirarlo, despacio, para sumergirnos en el misterio de un Dios hecho hombre, admirando la maravillosa mezcla de su humanidad y divinidad, guardando su perfecta distinción. Eso es todo, mirarlo y nada más. Intentar profundizar más y más dentro del infinito abismo del amor de Dios por nosotros, un pozo sin fondo lleno de su majestad y poder. Y todo eso está concentrado en un diminuto bebé. ¿Por qué tuvo que venir? No tuvo, pero no solo quiso vivir con nosotros, sino que quiso también hacerse hombre, gozar y sufrir por todo lo que nosotros pasamos excepto en el pecado. Y ahora comienza, como nosotros hicimos, su terrena andadura como un bebé. Un niño pequeño que no puede abrir sus ojos, sin dientes y con sus manitas cerradas. Todo lo que hace es comer, dormir, llorar y ensuciar pañales. Es completamente indefenso, dependiendo cien por cien de los demás. Solo puede tomar la leche de su madre. Un Dios desamparado, que si lo dejas en la intemperie, se muere. No puede ni siquiera sonreír, la cara roja y sin pelo. Si pudiera abrir sus parpados, veríamos unos ojos marrones maravillosos. Y ese es el niño que tenemos que contemplar, aunque no pueda vernos; y está dormido. Es una mirada de una sola dirección, intentando aprender de su cátedra, su silla de profesor, un libro abierto, el libro de su vida, sus primeras lecciones de su paso por la tierra. Podía haber venido como un hombre ya hecho, pero quiso comenzar por el principio, pues somos lentos en aprender. Necesitamos horas de contemplación paciente delante de un pesebre, mirando como pasa frio, como llora, o como se arrulla en los brazos de su madre. Las dos primeras lecciones que aprendemos son humildad y pobreza. Vino con nada, y cuando se vaya, su única posesión será el madero de la cruz. ¿Humildad? No hay mejor ejemplo que un Dios bebé. ¿Y que hacemos en frente del Niño Dios? No tenemos que hacer mucho. María se encarga. ¿Qué hacen las madres con sus hijos? Los cuidan, alimentan, lavan, los consuelan, los llevan en brazos, les dan amor, los besan. Algunos de nosotros no sabemos mucho qué hacer con un bebé. Por lo menos le podemos dar cariño. Este bebé nos puede enseñar a amar. Cógelo en tus brazos, y cuidado no lo dejes caer. Cada vez que pecamos, se nos cae. Nos podemos ofrecer a él con generosidad. Un bebé trae lo mejor de nosotros. No podemos decirle que no. En frente del niño no podemos aparentar o pretender. Debemos ser nosotros mismos. Lo primero que nos dice cuando nos acercamos a él es: quítate ese disfraz; se lo que eres, un niño como yo. Quizás lo mejor que podemos hacer es sentarnos en un rinconcito de la cueva, sin estorbar, y, escondidos detrás de las sombras, contemplar como María cuida a su hijo. Es una escena maravillosa, conmovedora. Lo atiende sabiendo que es Dios y hombre. Nos enseña a cómo tratarle en su humanidad y en su divinidad. No puedes cansarte, mirando al niño y a su madre. Muchos artistas han intentado captar ese momento. Nuestra imaginación es más poderosa. josephpich@gmail.com…
Cuarto Domingo de Adviento Después de la Anunciación, cuando el ángel Gabriel se retiró, San Lucas dice que María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Tenía prisa para cumplir la voluntad de Dios. Aunque Dios no le pidió que fuera a ayudar a su prima Isabel, ella se dio cuenta de que eso era lo que Dios quería, y no perdió tiempo pensándolo. José seguramente la acompañaría, un viaje de tres o cuatro días, unos caminos peligrosos a través de las montañas. Le preguntaría el porqué de esa precipitada decisión y le diría que su prima anciana estaba encinta. Los Padres de la Iglesia ven en este episodio un ejemplo de la vida de la Virgen, una actitud de docilidad, rápida y alegre, a lo que Dios quería de ella. Podemos aprender de ella, a no arrastrar los pies cuando vemos lo que Dios nos pide. Otra lección que podemos aprender de María es su deseo de ayudar a los demás, por encima de las preparaciones que tendría que hacer para el nacimiento de su propio bebé. Tenía una buena excusa para posponer su viaje, pero sabiendo que su prima era entrada en años, y que ya le quedaban solo tres meses para dar a luz, decidió ir a ayudarla. Cuando el Espíritu Santo pone en nuestra mente, de diferentes maneras, la idea de que otros están necesitando ayuda, deberíamos seguir el ejemplo de María y echarles una mano. No podemos olvidar que somos felices cuando nos damos a los demás. Todos tenemos problemas, pero la mejor manera de arreglarlos es centrarnos en los demás. La mayoría de nuestras preocupaciones son creadas por nuestras mentes, y desparecen cuando nos concentramos en servir a los demás. María trae a Jesús a su prima Isabel. También nos lo trae a nosotros. Estamos ahora en un tiempo de espera ansiosa para la Navidad, para el nacimiento de Jesús en nuestras almas. María cumple su misión de mediadora, canal de todas las gracias. Cuanto más cercanos estemos de María, más cercanos estamos de Jesús. Una vez tenemos a Jesús con nosotros, podemos llevar nuestra fe a los demás. Las madres al traer una nueva vida al mundo participan de su bendición. También nosotros podemos experimentar esa experiencia espiritual. Cuando Isabel saludó a María, su niño saltó en su seno. Dos bebés se encontraron desde su regazo y se reconocieron. San Juan no pudo contener su alegría y quiso nacer en ese momento. Los teólogos dicen que San Juan fue santificado en el vientre de su madre, bautizado siendo testigo de Jesús. Por eso celebramos su nacimiento. No es fácil reconocer a Jesús que pasa por nuestras vidas, a veces muy escondido detrás de la cruz. Hoy le pedimos a San Juan Bautista que nos ayude a ser testigo de Jesús y saltar de alegría ante su encuentro. Isabel comenzó a alabar a su prima, llena del Espíritu Santo: “Bendita eres tú entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre.” Decimos estas palabras cada vez que rezamos el Ave María, muchas veces sin darnos cuenta lo que estamos diciendo. Seamos testigos de Jesús en nuestras vidas y así podremos traerlo a los demás. josephpich@gmail.com…
Tercer Domingo de Adviento Hoy podemos utilizar ornamentos de color rosa para la Misa. ¿Por qué? Para expresar nuestra alegría, pues el Señor viene a nuestro encuentro. Este domingo se llamaba Domenica Gaudete porque así comienza la antífona de entrada en latín: Gaudete, Alégrate. Viene de la carta de San Pablo a los Filipenses: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca.” Después de dos semanas de preparación para la Navidad, nos tomamos un descanso y miramos el maravilloso panorama que se contempla subiendo el monte de Adviento: Jesús está al caer. Cuando más subimos el aire es más puro y vemos las cosas con más claridad. Por eso hoy encendemos la vela rosa de la corona de Adviento. En la cima de las montañas, cuando amanece el sol, su primera luz ilumina la nieve con un maravilloso color rosáceo. Jesús está más cerca de nosotros de lo que pensamos. Camina hacia nuestro encuentro. Si no lo vemos significa que debemos examinar nuestra conciencia para ver que hay entre él y nosotros. Debe ser fruto de nuestra soberbia o de nuestro egoísmo, dos arbustos reliquias del pecado original que nos ocultan a Jesús. Necesitamos podarlos para poder verlo mejor. Nos cuesta ser sinceros para descubrir los obstáculos y removerlos para acercarlos a él. Un hombre con un buen sentido del humor se murió y se presentó ante Jesús para su juicio. Había una larga cola de gente. Podía oír lo que Jesús les decía: estaba hambriento y me diste de comer: pasa; estaba sediento y me diste de beber: pasa; estaba enfermo y viniste a verme: pasa. Se dio cuenta de que nunca había hecho estas cosas pues estaba todo el día en el bar bebiendo y contando chistes. Cuando le llegó su turno, Jesús miro el computador y dijo: estaba triste y me contaste chistes, estaba deprimido y me hiciste reír: pasa. Dicen que la cita más buscada en la Biblia es “no tengáis miedo.” Aparece más de 300 veces. Es lo que Jesús dijo a sus apóstoles, lo que los ángeles dicen cuando se aparecen a la gente. Son las primeras palabras que dijo Juan Pablo II cuando fue elegido Papa al asomarse a la plaza de San Pedro. Tenemos miedo de nosotros mismos, del futuro, de lo desconocido, de fallar, de lo que nos pueda ocurrir. El miedo nos quita la alegría y nos paraliza; no nos deja confiar en Dios, abandonar todo en sus manos. Cuanto más cercanos estamos de Dios, más alegría interior tenemos. Es natural pues hemos sido creados para él. Es parte de nuestro DNA. El problema es que normalmente buscamos la felicidad donde no está y nos cuesta reconocer nuestro error. ¿Por qué? Porque esas cosas son sucedáneos de la felicidad, no la verdadera. Hoy es un buen día para poner nuestro corazón en el lugar adecuado, cerca de nuestra Madre, causa de nuestra alegría, pues lleva en su seno a nuestro creador, que sabe lo que necesitamos, lo que nos gusta, y nos ama con amor divino. josephpich@gmail.com…
Segundo Domingo de Adviento En el segundo domingo de Adviento la Iglesia nos presenta San Juan Bautista como preparación para la Navidad. Comenzó a seguir su vocación desde el seno de su madre. El Papa Benedicto XVI dice que encontramos nuestra bondad cuando seguimos el plan que Dios ha preparado para cada uno de nosotros. Hoy la gente joven tiene miedo de descubrir ese plan. Creen que su vida es demasiado preciosa como para dedicarla a algo diferente a ellos mismos. Se olvidan de que, si no das tu vida, la pierdes. Cuando sigues el plan de Dios, encuentras tu verdad, y la verdad te hace libre. Tu vida se vuelve testigo de la verdad. En una sociedad relativista, tu vida se convierte en un faro de la verdad. ¿Qué podemos aprender de Juan el Bautista? Muchas cosas, pero yo creo que su virtud más importante, fundamento de todas las demás, fue su humildad. Jesús lo alabó diciendo que no ha habido nadie como él. Era un hombre excepcional. Para abrir los caminos del Señor, debía tener los mejores talentos, las mejores cualidades para parecerse a su Maestro. Podía haber hecho lo que hubiera querido en la vida, incluso llegando a ser el emperador romano de turno. Pero cumplió su misión y desapareció. Les dijo a sus discípulos, que se quejaban de que todos se iban con Jesús, de que él debía disminuir y Jesús aumentar. También les dijo que no era digno de inclinarse a desatarle la correa de sus sandalias. Nosotros, al contrario, nos preocupamos de nuestras cualidades, y las utilizamos para nuestra gloria, pensando cómo podemos ser más famosos e influyentes. Otra virtud que brilló en Juan el Bautista fue su generosidad. Le ofreció a Jesús su dos mejores discípulos. Sentado a la orilla del del rio Jordán, cuando Jesús pasaba, lo señaló diciendo: He aquí el Cordero de Dios. Juan y Andrés no se lo pensaron dos veces y lo siguieron. Formaron parte de sus doce apóstoles. Su actitud es contraria a la nuestra que pensamos demasiado en nosotros mismos. Nunca en la historia de la humanidad hemos tenido tantas riquezas y muchas veces somos egoístas. San Juan Bautista nos da otro buen ejemplo para nuestra generación: fortaleza. Denunció a Herodes, sabiendo que podía perder su cabeza, cuando le dijo que no podía tener a la mujer de su hermano. Nosotros recelamos de lo que la gente va a pensar de nosotros, y no decimos lo que tenemos que decir, por miedo a lo que vayan a decir o nos cancelen. Los medios sociales crean una cultura anónima en la que podemos decir lo que queramos sin dar cuenta de nuestros actos. Podemos lanzar la piedra y esconder la mano. Deberíamos pensar dos veces antes de enviar un comentario. Podemos seguir el ejemplo de San Juan Bautista para abrir los caminos del Señor a nuestros amigos y parientes. Jesús nos envía delante de él. Pero para eso debemos imitarle en sus virtudes, para que otros puedan ver un poco de Jesús en nuestras vidas. Hoy le pedimos a Juan el Bautista la ayuda para desarrollar en nuestras vidas lo que necesitamos para seguir las pisadas del Maestro. josephpich@gmail.com…
Primer Domingo de Adviento La corona de Adviento es una tradición cristiana que simboliza la duración de sus cuatro semanas. Es un recuerdo de que el tiempo pasa, cada domingo una nueva vela, y nos ayuda a estar preparados para cuando Jesús nazca en nuestra alma en Navidad. Cada vez que encendemos una vela se puede leer un pasaje de la Escritura, rezar unas oraciones o hacer unas consideraciones espirituales. Con cada domingo la luz aumenta al encenderse una nueva vela. Las velas se encienden siguiendo la dirección de las agujas del reloj. Algunas coronas tienen una quinta vela en el medio, de color blanco, que se enciende en la vigilia de Navidad, para mostrar la centralidad de Jesucristo. La corona está hecha de ramas y hojas verdes, el color de la esperanza, más agradable a la vista, simbolizando la vida eterna. La forma circular de la corona representa la eternidad de Dios y la inmortalidad del alma. También figura el amor infinito de Dios por nosotros. Un círculo es una figura geométrica sin principio ni final. El amor de Dios fluye sin interrupción, dándonos constantemente la vida de la gracia. Las cuatro velas suscitan diferentes interpretaciones, cada una ofreciendo diferentes aspectos de la vida cristiana. Pueden simbolizar los conceptos de paz, esperanza, alegría y amor. Otra interpretación dice que la primera vela es de los profetas que predijeron la venida del Mesías; la segunda es la vela de Belén, del viaje de María y José; la tercera es la de los pastores; la cuarta la del ángel. Otra visión se centra en los que esperan la llegada del Mesías: los profetas, Juan el Bautista, José y María. Algunos autores espirituales animan a potenciar las virtudes relacionadas con los demás: paciencia, perdón, actos de servicio y la sonrisa. El color de las velas tiene también su significado. El violeta y el rosa corresponden a los colores litúrgicos de Adviento. El púrpura era el color de los reyes, el color de las vestiduras reales, pues su pigmento era el más caro de obtener. Así Herodes vistió a Jesús con un trapo de púrpura para reírse de él. En el tercer domingo de Adviento el sacerdote puede utilizar una casulla de color de rosa. Ocurre lo mismo en el cuarto domingo de Cuaresma. La liturgia ofrece un descanso en la penitencia e invita a la alegría con un color más alegre. Las velas representan a Cristo que es la luz del mundo, que vino a dispersar la oscuridad. Nos recuerda el rito del bautismo, cuando acercamos una vela encendida al bebé, para simbolizar su alma llena de luz y color. Cada día que pasa nos acerca a la Navidad, a la luz del mundo. Cuanto más cerca estamos de Cristo más vemos. El Salmo 35 dice: “En tu luz, Señor, vemos la luz.” Mientras las velas están encendidas estamos a salvo. La luz de las velas nos protegen de la oscuridad, el reino del demonio, y nos ayudan a ver el futuro. josephpich@gmail.com…
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